No resulta exagerado afirmar que, en muchos hogares zaragozanos, lo más extraño del pasado fin de semana no fue una nevada como pocas se recordaban en la capital de Aragón. Coincidiendo con el inicio de la aparición de la nieve en la ciudad, el viernes llegó algo casi tan inesperado como el temporal: por primera vez en lo que llevamos de temporada, el Real Zaragoza venció y convenció.
La
sociedad formada por estos dos centrocampistas fue el motor ofensivo del
equipo, permitiendo que el Zaragoza mostrase su versión más asociativa,
controlada y rica en variantes con balón de toda la temporada. Sergio Bermejo
se erigió en líder del equipo, como ya hiciese en Copa unos días antes,
marcando el ritmo del partido, apareciendo una vez tras otra y decidiendo cómo
sería el fútbol de su equipo. Tuvo libertad absoluta para aparecer en la altura
que creyese más conveniente y fue el ascensor del balón, subiéndolo desde las
cercanías de Eguaras hasta el área del Logroñés (ver imagen inferior izquierda). Completó casi el doble de pases de
los que promedia (35 frente a 18,8), así como de regates (4 frente a 2’1) y con
su posicionamiento para recibir rodeado y su agilidad para girarse después
castigó constantemente a un especulativo Logroñés.
El
madrileño encontró en Francho Serrano a su complemento ideal, al trabajador en
la sombra que le permitió brillar. El canterano hizo una vez más alarde de
dinamismo y despliegue, pendiente de no estar nunca a la misma altura que
Bermejo, dándole espacio y opciones de pase por delante, no dejándose ninguna
zona del campo sin pisar (ver imagen superior
derecha). Sin la presencia del joven aragonés arrastrando rivales, Bermejo
se hubiese encontrado con muchas más ayudas defensivas, espacios más cerrados y
peores opciones de pase. En resumen, no hubiese podido completar la exhibición
de juego ofensivo que nos regaló.
Y
si Francho potenció a Bermejo desde lo individual, el plan colectivo potenció a
ambos desde la pizarra. Los ataques del Real Zaragoza casi siempre generaban la
ventaja por dentro, pero la aprovechaban por fuera. Una vez se conseguía que el
balón llegase a los interiores, se abría un abanico de opciones exteriores.
Zanimacchia y Narváez alternaban posiciones abiertas y cerradas para habilitar
la subida de los laterales, que tuvieron mucha presencia en campo rival en la
primera parte (ver imagen superior
izquierda). En el lado derecho, el italiano jugó mucho más tiempo por
dentro de lo que cabría esperar de él, abriendo espacio en banda para que
Vigaray aproveche su potente zancada.
Pero
fue el lado izquierdo el que más peligro creó al Logroñés. Narváez tuvo un
contexto muy favorable para que su fútbol luciese, ya que su equipo le hizo
llegar muchas veces el balón al pico del área en buenas condiciones. En esa
situación el colombiano es capaz de amenazar con su golpeo, el arma que articula
sus recursos ofensivos. Además, tuvo la movilidad permanente de Francho en su
sector, más las subidas de un lateral con muchos registros ofensivos como es
Pep Chavarría. La altura que alcanzó el Zaragoza con balón le permitió vivir
cerca del área, con opciones de asociarse y disparar, y el colombiano respondió
sobradamente al reto.
Únicamente
falta hablar de dos jugadores ofensivos del Real Zaragoza, su delantero y su
mediocentro, dos de las posiciones que más controversia están generando esta
temporada. El Toro Fernández estuvo encargado principalmente de sujetar a los
centrales, disputar juego directo y tener presencia en el área, labores en las
que debería destacar. Cumplió en las dos primeras, aunque sin alardes, y tuvo
alguna llegada peligrosa, aunque el gol le sigue quedando bastante lejos. Es
bastante probable que las funciones del punta no cambien en los siguientes
partidos, ya que su alternativa, Iván Azón, responde a un perfil futbolístico
parecido.
En
cuanto a Eguaras, firmó un partido sólido, mucho más a gusto en un contexto que
le beneficia tanto en ataque como en defensa. No tuvo una noche de inspiración
con balón de esas que enamoran a cualquier futbolero, y aun así encontró varias
veces a Bermejo y Francho por delante, con su punzante pase vertical. La altura
que alcanzó el Zaragoza con balón, y la presión alta a la salida del Logroñés
(de la que hablaremos después) le permitieron mostrar sus mejores cualidades
defensivas, que lucen cuando puede defender hacia delante. Anticipando y
recogiendo segundas jugadas, el navarro es un jugador bastante por encima de la
media de la categoría, aunque no se le suela reconocer.
Y
si bien el Zaragoza dejó tantos focos de luz con el balón, sin él se vislumbraron
un número notable de sombras. Más allá de situaciones concretas, de las que
ahora hablaremos, la sensación en todo momento fue de mucha permisividad al
Logroñés, tanto para progresar como para finalizar. El equipo blanquillo
necesitó tener el balón para estar tranquilo en el partido, sin él la estructura
transmitía una cierta endeblez.
JIM
planteó una presión bastante alta, aunque no excesivamente agresiva, ante la
salida de balón riojana. Se estructuró en un rombo en posiciones intermedias
(es decir, tapando líneas de pase y no marcando hombres), con el Toro y Bermejo
como primeros elementos y Francho tras ellos (ver imagen superior). Esto llevó a que el espacio que tenían que
abarcar Narváez y Zanimacchia fuese muy grande, porque a veces debían acudir
dentro y a veces fuera, lo que aprovechó el Logroñés para encontrar a los
laterales liberados y salir a través de ellos. Aunque la presión fue bastante
efectiva por momentos, dificultando la salida al Logroñés, cuando encontraba un
hueco por donde escapar disponía de mucho espacio para progresar, con el
Zaragoza obligado a correr muchos metros.
El
siguiente problema que se encontró el Zaragoza fue la debilidad de Pep
Chavarría defendiendo en campo propio. El catalán es un jugador tremendamente
impulsivo que abre muchas puertas al rival por acudir a donde no debe. No es
casual que casi todo el peligro riojano llegase por su banda, tanto en la
primera parte frente a Paulino De la Fuente, como en la segunda, frente a Unai
Medina o Bogusz. Todos crearon muchos problemas al lateral de Figueras, que
acabó sustituido ante el peligro de una segunda tarjeta amarilla. JIM tendrá
que trabajar mucho con él para que se serene cuando su par tiene la pelota, o
su presencia no será sostenible en muchos partidos, por muchas posibilidades
ofensivas que sume al equipo.
En
el otro lado de la moneda se encuentra Alejandro Francés, cada vez más asentado
como central derecho titular. No es nada desdeñable su aportación a la salida
de balón (dejó varias conducciones como la de la imagen superior) y más en un
plan con tanta voluntad ofensiva, pero donde realmente resulta diferencial es sin
balón. Su enorme talento defensivo parece crecer con el paso de los partidos, y
ya no parece un jugador de 18 años con apenas una quincena de partidos en la
élite. Se muestra muy seguro en la anticipación, algo vital si su equipo le
obliga a defender a campo abierto, y su porcentaje de duelos ganados ante
cualquier tipo de delantero es muy alto. La presencia de Jair le ayuda en la
defensa del juego directo y en el área, pero el verdadero líder está siendo el
canterano.
Fueron
muchas novedades para un solo partido, pero parece que la llegada de Juan
Ignacio Martínez está suponiendo un verdadero cambio de rumbo para el equipo.
No solo en lo numérico, donde suma las mismas victorias en 3 partidos que sus
predecesores en 18, sino especialmente en lo sensorial. Los jugadores parecen
convencidos del plan de juego, empiezan a disfrutar del fútbol y, por primera
vez desde que se parase el fútbol por la pandemia, se está generando algo de
ilusión en el aficionado zaragocista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario