“El
fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y siempre
gana Alemania”. La famosa frase de Gary Lineker después de que
Alemania eliminase a Inglaterra por penaltis en las semifinales de
Italia 90 no se puede tomar al pie de la letra, pero sí que deja ver
que la selección teutona no es un equipo más. No importa cómo
llegue a una Copa del Mundo, Alemania siempre compite. En los 17
Mundiales disputados tras la Segunda Guerra Mundial ha conseguido
llegar en 12 ocasiones hasta semifinales y en 7 hasta la final,
consiguiendo cuatro títulos. Está claro que el carácter
competitivo y ganador del pueblo alemán se deja ver en la
Mannschaft,
y por esto durante estos días posteriores a la consecución del
cuarto título mundial de su historia, en la Federación Alemana no
todo serán celebraciones. Ellos siguen queriendo ganar y por ello
han de pensar en el futuro.
El
1 de agosto se cumplirán 10 años desde que Joachim Löw ingresó en
el cuerpo técnico de la selección alemana, inicialmente como
ayudante del seleccionador Jürgen Klinsmann, para relevarle el 12 de
julio de 2006 como seleccionador alemán. Tras el batacazo de
Alemania en la Euro de Portugal en 2004, y viendo la inercia que
llevaba en las últimas grandes competiciones (exceptuando el
subcampeonato mundial en Corea y Japón 2002), la DFB decidió
iniciar un nuevo ciclo que en el que se revolucionase por completo el
funcionamiento de la selección, Bundesliga y categorías inferiores.
Para ello contrató a Klinsmann como seleccionador, que decidió
traerse a Löw como ayudante, aunque en sus propias palabras: “Löw
nunca fue para mí mi asistente, sino mi socio”.
Llegó el Mundial de 2006, donde Alemania era anfitriona, y pese a la
gran presión que esto supuso y las bajas expectativas que se habían
creado antes de la cita, Alemania se volvió a colar en semifinales.
Aún así Klinsmann decidió no seguir y Löw se convirtió en el
máximo responsable de la Mannschaft.
Desde
que Jogi
cogió las riendas, además de haber ganado la Copa del Mundo en
Brasil hace unos días, Alemania se ha metido en las semifinales de
una Eurocopa (Polonia y Ucrania 2012) y de un Mundial (Sudáfrica
2010) y también en la final de la Euro de Austria y Suiza 2008. Por
tanto se puede concluir que el ciclo ha sido muy exitoso y que a la
Federación Alemana le salió muy bien la revolución planteada en
2004. Además a muchos protagonistas de la selección que se coronó
en Maracaná el pasado 13 de julio les quedan muchos años de fútbol
y seguirán en una edad ideal en las siguientes grandes
competiciones. Por todo ello sería lógico preguntarse: si
esto funciona, ¿para qué cambiar?.
Pues
bien, sin querer restar ni un ápice de mérito al trabajo de Joachim
Löw en esta década, se pueden mejorar varias cosas. Parece evidente
que la selección alemana ha sido la mejor conjunción de calidad y
talento en un grupo durante el mes que ha durado Brasil 2014, pero
nos deberíamos preguntar: ¿ha
sido también el mejor equipo?.
Probablemente no, o al menos eso opinará bastante gente. Alemania se
ha coronado campeona del mundo porque tenía los mejores jugadores y
no ha habido ningún equipo cuyo funcionamiento fuese perfecto en
esta Copa del Mundo (tal vez con la excepción de Costa Rica, pero
con otro nivel). Y ante esto, debemos mirar hacia el banquillo. Löw
no ha generado un marco futbolístico que favorezca mucho a sus
jugadores, dando un cambio de 180º a su equipo en el debut
mundialista sin haberlo preparado suficientemente antes.
Durante
los ocho años previos a la celebración de la Copa del Mundo en Brasil,
Alemania era un equipo con unos principios muy claros. Formando
siempre en 4-2-3-1, el equipo teutón tenía tendencia a partirse y
tratar de que sus partidos fuesen una sucesión de transiciones hacia
ambas porterías, para que su mayor calidad y pegada se acabase
imponiendo. Se fundamentaba en el doble pivote Schweinsteiger-Khedira, ambos con una gran capacidad física que permitía que el
equipo permaneciese unido en el “caos” en el que se convertían
algunos partidos. Además, su gran capacidad de robo y llegada al
área les hacía la pareja perfecta para el centro del campo alemán.
Pero la grave lesión de Khedira en noviembre y los muchos problemas
físicos de Bastian a lo largo de los dos últimos años, junto a las
lesiones de los hermanos Bender (en principio sus sustitutos
naturales), hicieron que Löw se replantease su forma de juego para el
Mundial. Viendo la fragilidad defensiva de Alemania cuando estos
cuatro no estaban a tope, decidió adoptar una fórmula
diametralmente opuesta, pero a la que muchos de sus jugadores ya
estaban acostumbrados, el control del partido mediante la posesión
de ritmo bajo del Bayern de Pep Guardiola.
Y
así llegó al debut mundialista frente a Portugal, donde Jogi
sorprendió con cuatro centrales en defensa, Lahm en el mediocentro y
Müller actuando como delantero centro. En este partido no tuvimos
apenas tiempo de ver la eficacia del cambio de estilo ya que Alemania
se encontró muy pronto con un penalti y jugando contra 10. Frente a
Ghana, Estados Unidos y especialmente Argelia sí se pudieron
apreciar los cambios en el juego alemán. Los problemas defensivos se
mantuvieron ya que los centrales alemanes tenían que administrar
muchos metros a la espalda. Además Lahm no se encontraba cómodo en una
posición que no es la suya y en la que no tiene tantas soluciones
como en el Bayern para sacar el balón (algo lógico, ya que además de la
diferencia de jugadores, la del conjunto muniqués es una salida que
exige mucho trabajo preparatorio). En ataque Alemania tenía muchos problemas
para ser profunda, ya que jugaba con centrales en el puesto de
lateral y con mediapuntas de balón en los costados. Pero no era todo
negativo, Kroos se encontraba muy cómodo manejando el partido cuando no sufría una presión agresiva y
descubrimos que la Mannschaft
juega con 11 jugadores de campo. Manuel Neuer se hizo dueño
no sólo de su área, sino de su tercio completo del campo en la
posiblemente mayor exhibición de un portero fuera de su área en la
historia de la Copa del Mundo, en el enfrentamiento de octavos frente
a Argelia.
Vistas
las dificultades del nuevo sistema y el rival al que tocaba
enfrentarse en cuartos, Löw decidió volver a cambiar cosas. Francia
es un equipo que destaca por la gran presencia física de sus
interiores Pogba y Matuidi, a los que no era muy difícil imaginarse
hinchándose a robar balones en la pobre salida alemana. Por esto Löw
decidió volver a mandar a Lahm al lateral para hacer hueco a Khedira
en el centro del campo, pese a que tanto él como Schweinsteiger no
estaban preparados físicamente para soportar 90 minutos en el campo
(algo que al final sí hicieron). Además Götze, frío y poco acertado en los primeros partidos, fue al banquillo y entró Klose para intentar conseguir el gol que le permitiese superar a Ronaldo como máximo goleador de la historia de la Copa del
Mundo. Así, Löw hizo una mezcla entre los sistemas
anteriores que le funcionó bien contra Francia y dio la mayor
exhibición jamás vista en las eliminatorias de un Mundial con el
histórico 1-7 a Brasil. En la final frente a Argentina las lesiones de Khedira y Kramer le hicieron volver al antiguo 4-2-3-1, aunque la idea de juego se mantendría. Con los nuevos cambios Lahm volvía a sumar
mucho más de lo que restaba en su posición natural y Müller
encontraba más facilidades para hacer su juego de movimientos
interiores y combinaciones con un delantero que le fijaba a los
centrales. Pese a que seguía siendo muy endeble en las contras
rivales y no daba facilidades al jugador que había sido la bandera
en el ciclo de Löw (Özil), la última versión de Alemania parecía
mejorar levemente a las anteriores.
Pese a esta mejoría, parece que esta generación alemana aún no ha
llegado a su techo. De los 23 convocados para el Mundial, sólo 6
superan los 28 años, y parece que excepto Klose, todos los jugadores
importantes llegarán a la Eurocopa de Francia 2016. Además, las
nuevas generaciones alemanas prometen un gran relevo para la actual.
Jugadores que no han estado en el Mundial como Ter Stegen o Leno en
la portería, Knoche o Jung en defensa, Emre Can, Geis, Meyer,
Goretzka, Arnold, Öztunali o Gnabry en el medio y Lasogga, Volland o
Brandt en la delantera aseguran que las plazas de la Mannschaft
sean muy caras en los próximos años.
Y
para manejar tanto talento, la DFB ha de tomar decisiones. La primera
y más importante, decidir si Löw ya ha acabado su ciclo o debe
continuar. Es evidente que Jogi se ha ganado con el Mundial el
respeto y la confianza del pueblo alemán, algo de lo que no ha
gozado siempre en estos años, y por ello “se merece” continuar.
Ahora bien, también parece claro que no puede sacar el máximo
potencial de la actual Alemania, su grupo es superior en calidad
a él como técnico. Los grandes hombres a la hora de tomar
decisiones son los que se anticipan a la caída, los que actúan
antes de darse el batacazo, los proactivos, y no los reactivos. Ésto
hace pensar que tal vez lo mejor para Alemania sea que alguien nuevo
llegue al cargo, que lleguen nuevas ideas a un proyecto que ya lleva
una década vigente, y en el que Joachim Löw ha sido una de las
piezas más importantes.
En
este caso, cabría plantearse que dirección habría de tomar
Alemania en el terreno futbolístico. Las opciones parecen claras:
seguir con el modelo de las transiciones y el fútbol de espacios o
terminar de hacer el cambio con el que Alemania empezó el Mundial
hacia un fútbol más lento y de control mediante el balón parecido
a (o basado en) el Bayern de Guardiola. Y aunque se encuentran pros y
contras en ambas opciones, afortunadamente las personas que deben
tomar esta decisión se encuentran reunidos en los despachos de la
Federación Alemana de Fútbol, pensando en cómo continuar ganando.
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