Está
siendo una temporada extraña en el Atlético de Madrid. Tras la segunda final de
Champions League perdida contra su máximo rival en tres años, parecía que se
avecinaban cambios. Afortunadamente para los aficionados colchoneros, sólo
fueron futbolísticos. Tras poner en duda su continuidad en el club, Simeone
decidió apostarlo todo por una idea que llevaba tiempo rondándole la cabeza.
Iba a cambiar lo que parecía inmutable, el estilo del Atlético de Madrid, su
sello, un paso adelante sin posibilidad de vuelta atrás, como se ha visto
posteriormente.
Con
Koke en la base del centro del campo de forma permanente, Griezmann con
libertad absoluta y Yannick Carrasco creciendo en protagonismo, el Atlético
mostró un gran fútbol que se comenzó a traducir también en buenos resultados. El
Atlético vencía, convencía, y empezaba a asustar. Pero llegó el ogro de siempre
para aguar la fiesta. El último derbi que verá el Estadio Vicente Calderón se
saldó con una exhibición del Real Madrid culminada con un contundente 0-3. Y
Simeone volvió a verlo todo negro. Pensó que mejor malo conocido que bueno por
conocer, e intentó que el Atlético de Madrid fuese otra vez el equipo defensivo
y aguerrido que había llegado a dos finales de Copa de Europa en tres años.
Pero ya no se podía.
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El hat-trick de Cristiano decidió el último derbi del Calderón |